Crónica de una muerte anunciada

Cuarter pas eis, (las ocho y cuarto) en el reloj sanyo blanco lacado de mi mesita de noche blanca alocada. Un aire gélido matutino se colaba por la ventana entribierta de mi habitación. Saboreaba el café de los muy cafeteros (instantáneo y soluble) apoyado en el quicio del windou de mi cocina. El panorama era ocre como un cuadro de Van Gol, las ascuas de un alba nebulosa humeaban detrás de los sauces de hoja caduca. El Otoño vestido de Angel Zubiela me daba la bienvenida anunciando la muerte de la velada de los ángeles caídos. Camino de El Cano y a la altura de vuestro nuevo estadio me llamaron la atención dos almas en pena pululando alrededor del mismo pancarta en mano: "Justicia = Segunda". Sus rostros denotaban quemaduras de segundo grado B. Poco más adelante, en dirección a la salida de Cádiz un grupo de ciclistas mañaneros charlaban entre ellos y algunos silbaban una musiquilla que me resultó conocida. Al acercarme descubrí al grupo de chavales de Verano Azul flanqueados por Julia y Chanquete, 30 años después y un verano más, abandonaban la ciudad en sus BMH, señal inequívoca del final del verano. A la altura del tanatorio Chanquete se apeó (y también se peió) a cumplir con el entierro de la caballa. Pude verle saludando a la Sirenita, Nemo y el gallego del freidor. En la puerta me llamó la atención una morena de grandes curvas charlando con mi colega Pez Pérez. Definitivamente, pensé a la altura de Altadis, se fue otro verano. Involutariamente había puesto la calefacción. Como dijo el célebre autor de murgas vallisoletanas José Luís Zurzío: "En estos instantes voy a colocarme una rebequita" que traducido al carnaval de Río resulta de Joao Luisao Arremendao: "Muito Abrigado".